Finalmente he aquí la continuación de mi post anterior. Si se fijan, en ese primer post me enfoqué en primero analizar mi situación y hábitos financieros para entonces reajustar mis hábitos y prevenir el seguir malgastando. Algo así como una estrategia defensiva en reacción a las acciones que me estaban pidiendo ahorrar.
Sin embargo, no fue hasta más tarde que entendí que mi proceso no podía acabar ahí. Necesitaba crear ahora una estrategia “ofensiva”, no de reacción, sino de acción.
Antes que nada, quiero que aún estoy en el proceso –y de hecho me ha tomado alrededor de tres años-, por lo que te invito a trabajar en tu propio proceso a tu ritmo, según tus necesidades y posibilidades. No todo el mundo puede lograr la misma consistencia de quizás cocinar en casa la comida del trabajo, pagar extra al capital del préstamo, etc… Pero lo importante es comenzar a partir de tu situación personal, pues mientras más rápido lo hagas, mejor.
Actualmente –y reitero, luego de tres años- tengo mis tarjetas de crédito en cero y sólo me queda un préstamo por cancelar, lo cual me he prometido hacer antes del otoño. Es decir, he puesto límite de tiempo a algunas de mis acciones.
Entonces, estas son algunas de las cosas que hice para ser más proactiva con mis finanzas personales.
Aprender cómo funcionan los instrumentos de crédito
Como te comenté en mi post anterior, he estado tratando de seguir cuentas que me ayudaran a educarme mejor en cuanto al manejo del dinero. Y como dije antes también, siempre trataba de pagar mi tarjeta a tiempo, aunque ello me tomara pagarle casi todo mi sueldo con tal de no tener que pagar intereses. Sin embargo, como ya les expliqué, esta no es la manera más inteligente. De hecho, soy el tipo de consumidor que no se endeuda con la tarjeta pero sí con los pagos a plazos, extra crédito, préstamos o como le quieran llamar… Ese era mi gancho.
Ese tipo de “ofertas” que te permiten “coger fiao” y dividir los pagos en cómodas cuotas son el verdadero fallo. Al final terminas pagando el doble del dinero que necesitas y a veces el triple en intereses. Algunos tipos de préstamos incluso no te permiten hacer abonos al capital ni pagar antes, sino en un tiempo establecido (claro, para que pagues más intereses). Pero claro yo eso no lo entendía. Sólo veía la comodidad de pagar sólo 5,000 pesos mensuales por un año o dos en cualquier préstamo, en lugar de ahorrar ese dinero o más por los mismos dos años o menos.
Por supuesto, entenderlo no significa dejar de coger préstamo, porque como dijo una vez “el Boli”, el crédito es el único recurso que tiene el pobre para hacerse con un par de cositas… o algo así.
La diferencia está en que una vez sabes cómo funciona la cosa, puedes escoger no el banco que te llama ofreciéndote el “préstamo pre-aprobado” como primera opción, sino el banco que te ofrezca mejores condiciones de pago e intereses. Aprendí que en ese sentido las asociaciones de ahorros y préstamos son muchísimo mejor opción que los bancos comerciales, sin embargo se tardan un poco más en aprobar, por lo que es importante que te tomes tu tiempo en investigar tus opciones y hacer tu solicitud.
Pagar al capital
Esto tiene que ver con el punto anterior. El interés mensual (lo que el banco se gana) se calcula en base al capital que te reste por pagar (la cantidad de dinero que cogiste prestado). Entonces a menor capital, menor será el interés que debas pagar y también se reduce el tiempo de tus cuotas. Por supuesto, esto sólo es posible con los préstamos que te permiten hacer abonos al capital, y por eso vuelvo a recalcar lo importante de escoger el banco que te ofrezca las mejores condiciones.
Entonces, ese dinero que comencé a ahorrarme tomando las medidas que expliqué en la primera parte de esta serie de blogs, era intocable. No era dinero que me sobraba para seguir gastando, sino dinero que comenzaría a usar de manera inteligente para nivelar mi situación. Decidí que dedicaría el 80% a esto último y el 20% restante sí lo gastaría libremente (y la razón de esto la explico en el punto siguiente).
Es decir que si por ejemplo a final de mes me ahorraba 4,000 pesos evitando salir a restaurantes, usaría 3,200 de esos para pagárselos al capital de mi préstamo y sólo 800 para gastarlo como me diera la gana. Quizás premiarme por mi esfuerzo con un manicure de gel en vez de pintarme las uñas en casa (que por cierto también es una buena forma de ahorrar). ¿Se entiende la idea?
Lo bueno de esto es que ir reduciendo el capital, también te va reduciendo el valor de las cuotas aunque sea un poquitito. Entonces si en enero pagabas 5000 mensual de préstamo, quizás para Junio sólo estés pagando 4,500 (dependiendo cuánto le abones al capital) y entonces también comienzas a ahorrar dinero que se reduce de las cuotas. Es decir, que si logras ahorrarte los 4000 por no salir o comprar menos ropa, luego de un tiempo también comienzas a ahorrarte 500 que se reducen de la cuota del préstamo.
¡Comenzar a ver estos resultados es súper motivador!
Re-direccionar tus ahorros
Una vez comienzas a ver resultados, ya te sientes toda una pro en el manejo de tu presupuesto, ves el dinerito extra y ya tu mente sube a la cima del éxito. Pero MUCHO cuidado, porque ese es el momento en el que tu cerebro puede sufrir un efecto rebote –como en las dietas- y vuelves a los viejos hábitos. “Me sobraron 1000 pesos esta semana, déjame hacerme ahora manicure y parafina”, o una cosa de esas como toda una diva.
Es aquí donde debes ser un poco más seria en re-direccionar tus ahorros. No tienes que ser extremadamente estricta impidiéndote comerte aunque sea un chocolatito. No me refiero eso, me refiero a seguir construyendo tu plan basado en metas. La meta del punto anterior era pagar el préstamo más rápido. La meta de este punto es que te hagas quizás tu manicure de gel una vez al mes con el dinero que te ahorres del préstamo, PERO COMENZANDO A PAGAR EN EFECTIVO o con tarjeta de débito.
¿Por qué digo esto? Porque desde que tenemos un dinerito que sobra, vamos al salón con la tarjeta y seguimos sumando: “manicure de gel, parafina y déjame hacerme los pies también ya que estoy aquí”.
Uso el ejemplo del salón pero tú añade el ejemplo que se ajuste a lo que te gusta. La idea es que si no le creas un plan al dinero que te sobra, gastarás el que te sobra y el que no te sobra otra vez. Entonces llenas la tarjeta otra vez, como en la primera parte de este blog, pero ya no con comida sino con vainas de belleza.
¿Notas el círculo vicioso?
¿Pobre con gustos finos, o fina con gustos moderados?
¡Jajaja! Yo soy “rullía” con gustos finos y lo admito. Esta es una de mis frases internas y la comparto con ustedes porque sé que muchas se identificarán. Pero algo que quiero que aprendas con estos dos blogs es que mejor es ser fina con gustos moderados que rullía con gustos finos.
La excusa de tener “gustos finos” nos lleva a gastar el dinero que aún no nos hemos ganados. Nos compramos esa cartera o esos zapatos antes de tener el dinero en mano para pagarlos. Por eso es tan importante comenzar a crear el hábito de usar más tarjeta de débito que de crédito, pagar más en efectivo.
Esto te ayuda a practicar la paciencia y controlar, a reducir las compras impulsivas que no te ayudan en nada. Cuando tienes que esperar el 15 o el 30 para pagar algo que viste hoy, tienes más tiempo para pensar si realmente lo necesitas. Y cuando vez que tu efectivo se reduce tienes más tiempo para pensar si realmente quieres gastar ese dinero en tal cosa.
Lo ideal es que puedas a llegar a ser una chica Fina que logre la capacidad financiera suficiente para gastar en lo que quiere sin remordimientos de conciencia. Y no una chica que aspira a ser fina comprando para aparentar lo que no es.
Vuelvo y lo digo, si tu situación económica real no es para ir al cine VIP, no hay nada de malo en ir al cine en el especial de los martes y miércoles. A la larga los buenos hábitos son los que te llevarán a hacer crecer tu patrimonio de manera sostenible en el tiempo.
¿Invertir?
De esto aún no sé, pero ya estoy investigando y educándome al respecto. Como dije arriba, tengo planeado pagar mi último préstamo este año y por tanto ya estoy pensando como “re-direccionar” la mitad del valor de esas cuotas cuando ya no tenga que pagarlas.
Antes la palabra “invertir” era para mí cosa de ricos. Ni siquiera le prestaba atención. Si sólo puedes ahorrar 1000 pesos mensuales, en un año tendrás 12,000 y 10,000 mil es el monto mínimo que necesitas para invertir en un certificado de ahorro, que aunque ofrezcan poca ganancia –algo es algo.
Y si luego encuentras otro trabajo y puedes ahorrar 2,000, puedes ir invirtiendo más y más, y en diez años tener un buen capital que genere buenos intereses aunque sea para emergencias.
Desearía haber sabido esto a los 20s, pues es mucho lo que ya pudiera tener invertido a mis 30s. Sin embargo ahora en mis 30s pienso a comenzar a hacerlo por 10 años más nuevamente pasarán volando y para entonces mi plan es que mis finanzas estén 10 veces mejor.
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